quarta-feira, 21 de março de 2018

Kaiserschlacht

A finales de 1917 el Imperio Alemán había perdido la guerra submarina, la gran esperanza del Alto Mando para triunfar antes de la llegada de Estados Unidos. Por suerte para ellos, Rusia estaba casi fuera de juego, ofreciendo un relativo descanso en el frente oriental. Los Aliados no iban a mover ficha hasta que llegaran los soldados estadounidenses (a partir de primavera), una situación propicia para que Alemania preparara una ofensiva total, un último cartucho del que dependía su futuro, de fallar, Alemania estaría perdida.

En el frente interno alemán las cosas no pintaban bien, aunque las presiones reformistas estaban ligeramente controladas, sin una victoria que mejorase la perspectiva o acabara con la guerra en 1918, las cosas se les iban a complicar. Una propuesta de paz con concesiones (liberando Bélgica) no era discutible, porque la posición alemana se estropearía demasiado de cara a los ciudadanos y al resto de estados, mostrando debilidad. La única forma que el militarismo veía de asegurar el futuro alemán pasaba por demostrar fuerza. Esta demostración debía ejecutarse con rapidez, no sólo para aprovechar el parón de los Aliados, el clamor por las reformas se extendía poco a poco, las revueltas por la escasez de alimentos se hacían habituales y la economía empezaba a ir cada vez peor (si no fuese por la declinación de Rusia, seguramente se habrían quedado sin materiales de guerra para todos los frentes).

El mal momento ruso liberó a muchas divisiones para ser enviadas al frente occidental (hasta marzo se pensaba que Rusia podría volver a la guerra, o al menos intentarlo). Volvieran los rusos o no a mandar a sus ejércitos, las extensas conquistas alemanas en el este no se mantendrían solas, fue necesaria una fuerte presencia militar en la franja conquistada de Lituania al sur de Polonia, que los alemanes pretendían usar como cinturón de seguridad ante el bolchevismo. De todos modos, Ludendorff pudo desviar las suficientes tropas como para tener 191 divisiones en el frente occidental contra las 178 de los aliados. Por primera vez desde 1914 los alemanes tuvieron superioridad numérica en el oeste, aunque no la suficiente como para comenzar un ataque total en toda la línea de trincheras.

LA KAISERSCHLACHT

El ataque del Alto Mando alemán, llamado Kaiserschlacht (batalla del Káiser), tenía previsto asestar una cadena de golpes contundentes en zonas críticas, con la esperanza de doblegar la voluntad de los gobiernos Aliados. La ofensiva iba a durar mucho tiempo en esa cadena de fuertes ataques, pero Ludendorff esperaba que fuese suficiente para salir con ventaja de 1918 y poder conseguir una paz sin concesiones en 1919.

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Las técnicas que vamos a explicar ahora no eran nuevas, partían de ensayos realizados el año anterior tanto en Cambrai como en Caporetto. En estas ofensivas, ambos bandos usaron nuevas técnicas con las que conseguían un avance más rápido utilizando todo el potencial de artillería de una forma mucho más estudiada, tratando no sólo de conquistar más territorio en menos tiempo, sino de gestionar mejor los recursos. Bruchmüller, comandante de artillería en el frente oriental, perfeccionó estos métodos durante la toma de Riga en septiembre de 1917. Tanto entusiasmo generó Bruchmüller en Ludendorff y Hindenburg, que fue nombrado comandante de artillería del sector norte del frente occidental, y se pasaron directrices teóricas basadas en su método al resto de artilleros.

Las cortinas de fuego de artillería eran más breves e intensas y mucho mejor preparadas para descargar toda la potencia por sorpresa (gracias a la mejora del reconocimiento con aviones y del estudio de la trayectoria de los proyectiles con viento). Pero lo más importante de estas cortinas es que se hacían en profundidad con la idea de paralizar una gran parte de las líneas enemigas más que destruirlas, atacando puestos de mando y comunicación, zonas de artillería y nidos de ametralladora para causar el caos organizativo.

Cuando la cortina acababa un gran segmento del frente enemigo era incapaz de reorganizarse, sin comunicaciones, con parte de la artillería inutilizada y sin la capacidad de enviar refuerzos a la primera línea. Este tipo de bombardeo ahorraba proyectiles de gran calibre ya que se usaba mucho gas sobre la artillería (se la inutilizaba sin visibilidad) y la infantería, y dejaba el terreno menos dañado, con lo que el avance era mucho más fácil para las tropas. Aunque mejor gestionado y con menos uso de proyectiles de gran calibre, el ataque era más terrorífico. Se usaba primero un gas para causar asfixia, y después un gas lacrimógeno diseñado para irritar hasta el punto de que los soldados se quitaban las máscaras de gas desesperados.

Una vez terminado el fuego de artillería, avanzaban las tropas de asalto con una nueva técnica perfeccionada desde 1916, especialmente en le frente oriental. Las tropas avanzaban protegidas por una cobertura de artillería móvil. Primero iban tropas especiales de asalto, cargando en trineos ametralladoras, morteros portátiles y lanzallamas. Esta infantería debía aislar los puntos fuertes de la línea enemiga para luego destruirlos, despejando el camino para las oleadas de la infantería regular. Entre ambos tipos de tropas debían llegar lo más lejos y lo más rápido que pudiesen.

EL PRIMER ATAQUE

La primera parte del plan de Ludendorff se ejecutó cerca de San Quintín, una zona próxima al punto donde se unían las líneas británicas y francesas. El plan era hacer recular a los británicos, separarlos de los franceses y acorralarlos en los puertos del Canal de la Mancha. Con esto podrían enviar a Gran Bretaña de vuelta a sus islas, evitar la llegada de estadounidenses y dejar a los franceses defendiendo París completamente solos (como ocurrió 22 años después). Era un plan factible porque las defensas de británicos y franceses estaban mal coordinadas y vivían con el temor de ser derrotados antes de que llegaran los norteamericanos (que ya estaban llegando pero no estaban preparados), el problema es que tras San Quintín estaba el Somme, un vasto territorio por el que era muy complicado avanzar.

El sector británico estaba de hecho peor defendido que el francés, gracias a la gestión interaliada y la británica. Los franceses defendían un mayor tramo de territorio, en el pasado habían sufrido Verdún en solitario y con todo tuvieron que contribuir en la ofensiva del Somme. Llegados a 1918 pensaron que esta situación era injusta, así que decidieron, en el consejo interaliado que se había creado el año anterior, aumentar el tramo que los británicos tenían que defender, aunque estos tuvieran menos hombres. Al gobierno británico le pareció bien, de este modo Haig no lanzaría contraofensivas peligrosas, asegurando una participación británica en el conflicto a largo plazo. Con esta papeleta, Douglas Haig pidió con desesperación nuevos efectivos que apenas llegaron, su petición era lógica porque tenía más territorio que defender, contaba con menos hombres que el año anterior y el estado de las trincheras francesas que ahora tenía que ocupar era lamentable, pero su gobierno le quería dar los hombres justos para defender.

Ludendorff tuvo muy claro por dónde comenzar el ataque del mismo modo en que supo ocultarlo. Haig sabía que los alemanes preparaban una ofensiva desde enero, pero Ludendorff ordenó un bombardeo ligero y sistemático a lo largo de todo el frente para no dar pistas, mientras, las tropas y la artillería marchaban de noche para ocultar el rastro de sus grandes movimientos. Ya en marzo la aviación de reconocimiento británica dio el aviso de que los alemanes tramaban algo cerca de San Quintín, pero el Alto Mando británico pensaba que se trataría de un ataque de desgaste, no imaginaban el horror que se les venía encima.

El 21 de marzo comenzó la ofensiva, y en tan solo 4 días los alemanes recortaron una cuña de 65 kilómetros a las defensas británicas, que no estaban preparadas para el mayor ataque desde 1914. La cortina de fuego de artillería cogió tan de sorpresa a los británicos que nos han llegado testimonios de la singular violencia del ataque.

"Pareció como si las tripas de la tierra hubieran estallado, mientras que al otro lado de la colina se veía un destello amarillo largo y continuo. Fue el carácter repentino lo que más chocó, al no haber un lanzamiento preliminar de bombas, sino solo un enorme tumulto instantáneo."

Fueron unos días de angustia entre los Aliados. Las trincheras británicas quedaron separadas porque el V ejército británico se retiró a toda prisa al otro lado del Somme mientras que el III, a la izquierda del V, pudo resistir con unas defensas mejores. El resultado fue que el V ejército creó un corredor de unos 70 kilómetros de anchura, separando virtualmente el sector francés del británico. Del 21 de marzo al 3 de abril los Aliados se temieron lo peor, aunque al final tomaron las decisiones necesarias para que los ejércitos no separaran. Haig estaba dispuesto a retirarse a los puertos del Canal, y Pétain pensó por encima de todo en defender París, retrasando todo lo posible los refuerzos (acordados) a los británicos en caso de que los alemanes les atacaran.

Entre todo este desacuerdo finalmente ninguno fue presa del pánico, y el 25 de marzo en Doullens, cerca de la batalla, Foch se convirtió en el Comandante General de ambos ejércitos, aunque no tenía Estado Mayor y tanto Pétain como Haig podían recurrir ante sus gobiernos si la petición de Foch no era satisfactoria.

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Curiosamente, mientras los Aliados trataban de reencontrarse con el entusiasmo, los alemanes perdieron fuelle. Necesitaban una movilidad mucho mayor de la que disponían para avanzar rápidamente hasta poner en jaque a los Aliados. Tras la primera y efectiva embestida alemana, lo que las tropas se encontraron fueron las tierras del Somme, por las que avanzar era un calvario tras 2 años de bombardeos. Para superar este terreno tenían caballos y 23.000 camiones (y ferrocarriles construidos sobre la marcha) frente a los 100.000 vehículos de los Aliados. Se demostró insuficiente para que la artillería siguiera el ritmo de la infantería, que se encontró a veces sola contra un enemigo mucho mejor defendido. Las nuevas técnicas de infiltración no se siguieron siempre al pie de la letra y el cansancio llevó a muchos soldados al hacinamiento en los depósitos de alimentos enemigos.

Ludendorff conocía de sobra la situación en la que se encontraba su ataque. La franja por la que sus tropas penetraron no era la que más le interesaba para virar hacia los puertos del canal, y a pesar de todo lo intentó. Quizás no con buen criterio, cambió de idea demasiadas veces, su evidente nerviosismo fue fatal para sus subordinados y sus tropas, pero justificable, se jugaba ganar o perder. Al final consiguió una conquista territorial que no suponía gran cosa a pesar de lo aparatoso del avance, ni siquiera podía amenazar Amiens desde allí y el 5 de abril canceló la ofensiva para llevarse todo su potencial al norte, donde una delgada línea de infantería británica, sin asistencia de los franceses, separaba a los alemanes de los puertos del canal.

EL SEGUNDO ATAQUE

Haig esperó que el Jefe del Estado Mayor alemán intentara un ataque más al norte, insistiendo en desplegar todo su potencial en la zona que creía más débil para empujar a los británicos a replegarse hacia sus costas. El ataque se fijó el 9 de abril en el valle de Lys, al sur de Ypres, ante una delgadísima línea británica cuyas mejores divisiones habían sido enviadas al Somme para defender el anterior ataque. Ludendorff atacó de nuevo el sector peor protegido, cuando Haig lo esperaba un poco más al norte. Los alemanes reconquistaron todo el territorio que a los británicos les costó 3 largos meses conseguir el año anterior.

Las divisiones británicas no habían aguantado del todo mal, pero un trecho de la línea estaba defendida por unidades portuguesas que no aguantaron tan bien el tipo, y los británicos se vieron de nuevo en un aprieto. El 19 de abril llegaron refuerzos británicos y franceses, que lograron repeler entre todos el feroz envite alemán, hasta que el 29 de abril Ludendorff dio por finalizado el segundo ataque. Entre ambas operaciones había causado 358.000 bajas a los aliados, capturado cañones y hecho prisioneros, mientras que los los alemanes habían perdido a 348.000 entre heridos y muertos. Es cierto que en cuestión de semanas había recortado una cantidad de territorio insultante para lo que había sido la guerra hasta entonces, pero los objetivos primordiales de sus ataques no se habían cumplido en ningún caso. Entretanto, los soldados estadounidenses ya entraban al ritmo de más de 200.000 efectivos al mes en las costas francesas (la mayoría con necesidad de un adiestramiento intensivo), junto a a los valiosos suministros. Al mismo tiempo, en Berlín y en las trincheras alemanas, la comida era cada día más escasa.

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EL TERCER ATAQUE

Aunque la Kaiserschlacht mostraba ya evidencias de fracaso (los dos primeros golpes fallaron en lo más importante y el tercero se retrasó un mes), el Alto Mando alemán continuó mientras pudo con la ofensiva.

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Las cosas en el frente alemán no estaban demasiado bien. A estas alturas muchas tropas estaban desmoralizadas, habían entendido que tanto esfuerzo y territorio conquistado no había servido para nada, la alimentación cada vez era peor (aunque no dejaban de llegar municiones) y las deserciones empezaban a ser habituales. El último cartucho alemán estaba casi consumido, sin embargo, la última parte de la ofensiva fue la que más cerca estuvo de tener éxito.

Ludendorff decidió intentar una ofensiva más al sur, cerca del Aisne, si le salía bien podría apostar sus cañones de largo alcance y bombardear París, ciudad que estaba mal defendida. Los dirigentes franceses no hicieron caso a los evidentes preparativos del ataque, pensando que era una maniobra de distracción. El 27 de mayo los alemanes dispararon en una cortina de fuego de artillería 2 millones de proyectiles durante 4 horas. En una mañana desintegraron la línea Aliada y avanzaron 20 kilómetros. En junio los alemanes habían vuelto al Marne 4 años después, con París a 90 kilómetros por carretera, apostaron los cañones en Soissons y comenzaron el bombardeo de la capital francesa.

Una vez más, cuanto más éxito estaba teniendo la ofensiva alemana, más fuelle perdía. Cuando los alemanes tomaron posiciones en el Marne, los refuerzos de Foch llegaron para mantener la línea ya con la inestimable ayuda de los estadounidenses (dos de sus divisiones combatían junto a los franceses para hacerse a las formas de guerra, mientras al resto los instruían los británicos). Con el Marne seguro, Pétain organizó una contraofensiva aprovechando los salientes del terreno, en los que pudo crear un anillo protector en el que acumular tropas hasta lanzar la contraofensiva y frenar definitivamente el avance. El 2 de junio frenaron la ofensiva alemana y los estadounidenses se probaron como bravos combatientes, lo que tuvo un impacto psicológico significativo.

EL CUARTO ATAQUE

Los siguientes días de junio fueron muy duros para Ludendorff. Los Aliados habían frenado sus anteriores ataques en los que, además de no conseguir ningún objetivo principal, había perdido una cantidad inestimable de vidas. Necesitaba actuar antes de que los norteamericanos tuvieran a todos sus efectivos listos para el combate, de lo contrario, con sus tropas reducidas en número y exhaustas, la guerra estaba perdida.

El nuevo ataque se programó para el 9 de junio y su objetivo era acercarse más a París, creando una desbandada del calibre de las anteriores. Pero la gripe española se extendió en el frente, y el ejército alemán la sufrió más al estar peor alimentado. Tampoco hicieron mucho por ocultar su ataque y los desertores no tuvieron reparos en dar todos los detalles que conocían de la operación.

El 9 de junio, los Aliados habían tomado buena nota de los errores de las semanas anteriores. La defensa dispuesta en profundidad estaba preparada para el ataque estilo Bruchmüller, e incluso realizaron un contrabombardeo cuando las tropas de asalto alemanas atacaron. Embotellaron a los alemanes en la primera línea que habían asaltado y los contraatacaron por tres lados diferentes. El 11 de junio Ludendorff suspendió de nuevo el ataque. Durante estos meses, el Imperio Alemán había perdido casi un millón de hombres, el mismo número que los estadounidenses habían desembarcado. Seguían cerca de París, pero las tornas habían cambiado por completo.


Fonte:
http://reasilvia.com/2015/07/fin-primera-guerra-mundial-ofensiva-alemana

Mais:
http://docs.google.com/file/d/170XwXLyug5KH0w48mqAjSnY56PJN96MP
http://www.youtube.com/watch?v=xpWd7F3twZA
http://en.wikipedia.org/wiki/Paris_Gun