domingo, 27 de dezembro de 2015

Las estrellas destilaban optimismo

EL TIEMPO
26 de enero de 2014

La guerra que configuró el mundo en que vivimos

En el centenario de la Primera Guerra, EL TIEMPO rememora los acontecimientos de este conflicto.

(Juan Esteban Constaín)

Era primero de enero de 1914 y parecía de verdad que ese año que apenas empezaba iba a ser uno apacible y feliz, muy feliz. Incluso las estrellas destilaban optimismo ese día, con Marte y Pólux brillando desde muy temprano en el cielo del norte. Varias ciudades europeas pasaron maravilladas la Nochevieja con el estreno del Parsifal de Richard Wagner, que durante dos décadas había sido objeto de un severo veto de su autor para que no se tocara por fuera del Teatro del Festival de Bayreuth.

Pero ya era 1914, desde las 0 horas, cuando sonaron las primeras notas del preludio de la ópera. El veto había caído: en Berlín, en Bolonia, en Praga, en Budapest, en Roma. La música sonó. En Barcelona se hicieron los sordos y empezaron media hora antes, a las 23:30 del 31 de diciembre de 1913: qué más daba, ya pronto sería un nuevo año para todos, un gran año. El periódico estadounidense The Evening News dijo en su editorial: "No ha habido tantos años en que los augurios de un buen año fueran tan brillantes como en este..."

Hoy sabemos que debajo de esa ingenua placidez dormía un volcán a punto de estallar en mil pedazos, y que muy pronto su lava se iba a desbordar sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo. Se ve en las fotos de los que fueron a la Guerra: la incredulidad y el aturdimiento, la nostalgia por el mundo que se les iba entre las manos. La Belle Époque dejaba de serlo; la calma de la víspera era la que antecede a las tormentas. La calma, el temporal, la tempestad. Tempestades de acero.

¿Qué ocurrió? ¿Cómo es posible que un mundo que parecía instalado para siempre en sus conquistas y en sus triunfos se saliera de cauce, hasta el desastre? En lo que iba corrido del siglo XX había habido conflictos y problemas, sin duda, siempre los hay. Pero parecía que por fin la humanidad había llegado a la 'altura de los tiempos', a la cima: en la ciencia, en la política, en el arte, pocas veces las cosas habían estado mejor. Como dijo José Luis Comellas: sin hambre, sin peste y sin guerra.

Solo que tanta dicha pendía de un hilo: del sutil equilibrio que las potencias europeas, dueñas del mundo y enemigas históricas, habían logrado durante el siglo XIX: ese "siglo largo" del que hablaba Eric Hobsbawm, y que según él empezó en 1789 con la Revolución Francesa, y terminó en 1914, justo con el inicio de la Gran Guerra. El siglo de la industrialización y la consolidación de los imperios coloniales, el de la exacerbación de los nacionalismos. El siglo de Marx y de Nietzsche, de Dickens y Garibaldi. De Bismarck y de Rosa Luxemburgo.

Desde el Congreso de Viena, en el que las grandes monarquías de Europa, de 1814 a 1815, redibujaron su mapa ante la derrota de Napoleón Bonaparte, la historia política y diplomática del siglo XIX fue una sucesión agotadora de asambleas y congresos internacionales - en Verona, en París, en Londres, en Berlín - para garantizar la paz y el equilibrio del sistema. Como en un juego de naipes, o de ajedrez, en el que los dueños del mundo se lo repartían a golpes de audacia y sigilo. Como en una ruleta, también.

Pero si en el plano político la doctrina de Viena era conservadora y buscaba la restauración del viejo orden, o por lo menos su invocación nostálgica, como el fantasma que era, en el plano social y económico, y cultural, nuevas fuerzas se abrían paso y encontraban a codazos una grieta y un pedazo de luz. Eran fuerzas muy dispares, además: la de la burguesía triunfante, verdadero motor de la industria, el imperio y el capitalismo; la de los pobres del mundo, rebelados contra la industria, el imperio y el capitalismo.

La de los anarquistas y los liberales, y los reaccionarios, y los socialistas, y los poetas, y los nacionalistas, y los románticos, y los opiómanos. La de aquellos que creían que su patria se merecía por fin un Estado, e incluso la de aquellos que creían que su Estado se merecía por fin una patria, por qué no. Revueltas por doquier y guerras que se hacían para que no hubiera guerras; imperios bajo cuya sombra se retorcía un enjambre de pueblos e intereses que no siempre eran los mismos. Ni su lengua ni su religión ni su pasado.

LAS HUELLAS IMPERIALES

De los viejos imperios coloniales, el de Inglaterra era el único que sobrevivía de verdad, invicto y opulento: dueño y señor del mar, su capital era entonces - y lo fue durante mucho tiempo más - la capital del mundo. Así que su política fue siempre defensiva, buscando el equilibrio en el continente europeo y cuidando, eso sí, que a nadie se le ocurriera tocar sus posesiones de ultramar. Más ahora que España y Portugal y Holanda se habían hundido; ahora que eran un recuerdo y un escombro.

Pero el problema estaba en el centro y en el este de Europa, donde aún humeaban, como brasas, las huellas de los ejércitos de Napoleón; huellas que borraría Bismarck. Allí Rusia buscaba acrecentar su poder - y lo hizo - a costa del Imperio Otomano, que sin embargo había sido el incómodo garante, durante cuatro siglos, de la estabilidad imposible en los Balcanes. Pero los búlgaros querían su independencia, y los serbios, y los rumanos, mientras Austria mostraba impotente sus manos cansadas, ahora que el poder estaba en Berlín y no en Viena.

Esa es, sin duda, otra de la causas de la Primera Guerra Mundial: la manera en que Otto von Bismarck consolidó la unidad del Imperio Alemán después de la guerra franco-prusiana (1870 a 1871), y las consecuencias para Europa que tuvo ese triunfo político y militar del Canciller de Hierro: el aislamiento diplomático de Francia, por un lado, y algo que empezó a preocupar en lo más profundo a Inglaterra, por el otro: el surgimiento del apetito colonial entre los reyes alemanes y su pueblo.

Entre 1877 y 1878 - haciendo casi un recuento taquigráfico; nunca hay suficiente tiempo para el pasado - el Imperio Ruso, otro viejo fantasma, derrotó al Imperio Otomano en una guerra en la península de los Balcanes y en el Cáucaso. No lo hizo solo, no: Serbia, Rumania, Montenegro y Bulgaria pelearon a su lado, buscando sacudirse del dominio turco. Y lo lograron. Se hizo entonces el Congreso de Berlín, en el verano del 78, para que las potencias se repartieran una vez más el botín.

Fue allí donde el Imperio Austrohúngaro se adueñó de Bosnia y Herzegovina, con un sutil ropaje de protectorado que le duraría hasta 1908, cuando se la anexionó ya del todo, sin pretextos ni modales. Pero era obvio que algo así lo enfrentaría con Rusia, y sobre todo con aquellos que reivindicaban en los Balcanes el 'Paneslavismo': la unidad de los pueblos eslavos, divididos en el sur no solo por razones religiosas sino también por razones políticas e ideológicas.

Así que el incendio ya estaba prendido, pero como en los viejos caserones cuando hay un corto circuito: solo por dentro al principio, devorando a su paso la madera y las vigas, las entrañas. Exhalando el olor del fuego que aún no se ve. "Truenos subterráneos", los llamó Alfonso Reyes. Era cuestión de tiempo - la cuenta regresiva del reloj, seis años, cinco, cuatro... - para que el polvorín explotara y el mundo con él.

Aunque a Inglaterra no le preocupaban tanto esas cosas; ya llegaría el momento de hacerlo. Pero la actitud del Imperio Alemán sí, ahora en manos del káiser Guillermo II, un arrogante e impetuoso dispuesto a hacer valer a cualquier costo su poder y sus planes. Eso precipitó la alianza inglesa con Francia y luego con Rusia: con la primera en 1904 para garantizar el orden colonial en el África del norte; y con la segunda en 1907 para garantizarlo en Asia central y en India. La 'Triple Entente'.

En 1911 vino la segunda crisis marroquí - la primera había sido en 1905, casi con los mismos actores -, cuando una rebelión contra el sultán hizo que Francia enviara tropas a protegerlo y a salvarlo; a eso se había comprometido, qué remedio. El káiser mandó entonces hasta Agadir un delegado de negocios suyo, Herman Wilberg. Luego, con el argumento de que su hombre corría peligro, envió un buque cañonero, el Panther. Solo que el barco llegó antes.

Daba igual: la guerra ya era un hecho cumplido, el tiempo seguía corriendo. En 1912 y 1913 hubo dos guerras más en los Balcanes, tic, tac, tic, tac. Qué extraño: nadie parecía darse cuenta de nada. "¿Cree usted que pasará algo?", le preguntó un amigo a Joseph Conrad. "Nada", respondió el novelista. "Nada".

1914 prometía ser un año apacible y feliz. En el verano la gente estaba más interesada en el juicio a Madame Caillaux o en ir al mar o al cine que en ir a la guerra. Era el "tiempo de la seguridad", como dijo Stefan Zweig. Ese tiempo que estalló en mil pedazos de un fogonazo en Sarajevo.

Continuará, qué duda cabe. Eso es lo bueno del pasado: que suele continuar.


Fonte:
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13411760

Mais:
[links]

domingo, 20 de dezembro de 2015

Occupied Serbia

I have spared no effort in verifying the excesses committed by the Austro-Hungarian Army against the civil population in the invaded territory.

- - -
The minds of the witnesses, by far the most of whom peasants, had calmed down since the time when the Austrians committed the atrocities. The danger of exaggeration from excitement, which is so natural in the first moment, was to a great extent eliminated. I also noted that the Serbs peasants are very reserved indeed, and I am convinced that they are more inclined to say too little than too much. Finally, misfortune has depressed them to such an extent (without however depriving them of their courage in fighting the enemy) that they have almost come to accept the evils that have fallen upon them as natural and inevitable.

- - -
I have also endeavoured to ascertain the number of the cases of rape committed by the army of invasion. This was even a more difficult task than to arrive at the number of the wounded. You, Monsieur le President, are well aware of popularr sentiment in your country in all matters touching the honour of the family, and you know that it is impossible, or at least, exceedingly difficult for a girl who has been outraged to find a husband. The families endeavour to conceal as far as possible the misfortune tha has befallen them in the violation of their women. Hence the utmost absolute impossibility of ascertaining the number of women who had been subjected to lewd assaults from the soldiery of the hostile army.

I am convinced that the number of violated women and young girls is very great, and judging by what I saw during my enquiry, I do not think that I am mistaken in saying that in many of the invaded villages almost all women from the very youngest to the very oldest have been violated.

- - -
[Austro-Hungarian soldier, witness] No. 48, of the 26th Landsturm, states that the men were given the order to bayonet all living creatures, women, men and children, without distinction. A private of the 79th Regt. told him that, near Drenovatz, the Austrian officers made a ring of 26 persons round a house, and then set fire to the house, thus burning the 26 victims.

No. 50, [Austrian] hospital sergeant in the 28th Infantry Landwehr Regt., deposes that before crossing the frontier the officers abused the Serbs [drafted in Austro-Hungarian army from Bosnia and Krajina] in every possible way, calling them "barefoot," "gipsies," "assassins," "brigands," etc.

- - -
All men, old men and children, were captured and driven before the troops with bayonet thrusts. These people were questioned as to the position of the Serbs and the comitadjis. If their answers failed to satisfy the [Austrian] officers they were shot immediately. In most cases, when the troops entered a village the greater number of the hostages, or even all of them, were killed. These unfortunate people were almost always old men or children.

In [Velika Reka village] there was an inn. The innkeeper was bayoneted by Corporal Begovitch. The innkeeper's wife, who had witnessed the scene, wrenched the rifle from the Croat and killed him. Other Austrians threw themselves upon her and ripped her body open from end to the end with a bayonet. Her child was killed with the same weapon. The house was completely sacked.

- - -
The Hungarians and the Croats were the worst, but the men were incited by their officers to commit atrocities. Wherever the regiment passed through the officers urged them to kill everything, cows, pigs, chicken, in fact everything whether it was required for the subsistence of the army or not. The men got dead-drunk, with "schnaps" in the [Serbian wine] cellars. They allowed the liquor to run out of the barrels, so that often the cellars were inundated with alcohol.

- - -
No. 53, of the 26th Regt., deposes: ... An Austrian soldier, one Doshan, a Croat, boasted of having killed a woman, two old men, and a child, and invited his comrades to go with him to have a look at his victims.

No 56, Corporal of the 28th Landwehr Regt., deposes that in [Serbian town of] Shabatz the Austrians killed over 60 civilians beside the church. They had previously been confined in the later. They were butchered with the bayonet in order to save ammunition... There were several old men and children among the victims.

- - -
No. 64, of the 93rd Regiment. Near [Serbian village] Ljubovia a lieutenant of the first Company shot a priest with his revolver. Captain Veit ordered the corpse to be burnt.

- - -
The victims tell how the Austro-Hungarian army used Serbian civilians - at the front line - as human shields. Women, children, old men murdered, butchered different ways. Whole families slaughtered, burned alive.

The case of Mihailo Yankovitch, aged 75, was mentioned on page 60. He "was killed with rifle shots. The male organ was cut off and placed in his mouth."

Whole villages (i.e. the population that did not run in front of the invading army) were massacred.

- - -
[Serbian woman] Anitza Yezditch, aged 32, eyes put out, nose and ears cut off.

[Serbian woman] Mirosava Vasilievitch, aged 21, violated by about 40 soldiers, genital organs cut off, her hair pushed down the vagina. She was finally disembowelled, but only died immediately after this being done.

- - -
All these atrocities were perpetrated by the Austrians on their arrival on August 3rd. No one among the civil population had fired upon the enemy, and most of the villagers had taken flight. Almost all those who remained were massacred. The bodies of Zhivko Boitch, aged 70, and his daughter-in-law, Pelka, aged 25, and her infant, aged 4 months, were found later on. The bodies had been cut to pieces.

- - -
So many died during that exodus... But many of those who stayed in their homes under Austro-Hungarian occupation got the same destiny.

Mass slaughter of Serbian civilians was common all across Serbia. These are skulls and bones of some 3,000 (three thousand) Serbs dug out after the war at Surdulica a small village near Belgrade.

The first victims were usually intellectuals: priests, teachers, scientists.

- - -
The war had cost Serbia 23 percent of its population.


Fonte:
http://www.srpska-mreza.com/History/ww-1/book/massacres.html

Mais:
http://histclo.com/essay/war/ww1/cou/ser/w1cs-os.html

domingo, 13 de dezembro de 2015

Dentro da baleia

Trechos de ensaios da coletânea Dentro Da Baleia (2005), de George Orwell.


Aos onze, quando eclodiu a Primeira Guerra Mundial, escrevi um poema patriótico que foi publicado no jornal local, e outro dois anos mais tarde, sobre a morte do marechal-de-campo Kitchener de Cartum.

- - -
Quando jovem, Gandhi serviu como maqueiro no lado britânico durante a Guerra dos Bôeres, e se dispôs a fazer o mesmo na guerra de 1914-18. Mesmo depois de ter repudiado totalmente a violência, foi bastante honesto para entender que numa guerra é em geral necessário tomar partido. Não adotou - de fato, uma vez que sua vida inteira se concentrava na luta pela independência nacional, não poderia adotar - a posição improdutiva e desonesta de pretextar que em todas as guerras ambos os lados são exatamente iguais e não faz diferença quem vence.

- - -
Podemos ver a mudança na atitude literária dominante ao comparar os livros escritos sobre a Guerra Civil Espanhola com os escritos sobre a Primeira Guerra Mundial. O que surpreende de imediato com relação aos livros sobre a Guerra Civil Espanhola, ao menos os escritos em inglês, é que são terrivelmente obtusos e inábeis. Mas o mais significativo é que quase todos, direitistas ou esquerdistas, foram escritos de um ponto de vista político, por partidários dogmáticos que nos dizem o que pensar; ao passo que os livros sobre a Primeira Guerra Mundial foram escritos por soldados comuns ou oficiais subalternos que nem sequer tiveram a pretensão de entender do que se tratava. Livros [...] escritos não por propagandistas, mas por vítimas. Na verdade dizem: "Mas qual é o sentido disso? Só Deus sabe. Tudo o que podemos fazer é resistir."

- - -
Mas [A. E.] Housman não teria atraído de maneira profunda os jovens em 1920 se não fosse por outra tendência, uma tendência irreverente, antinômica, "cínica". O conflito que sempre ocorre entre as gerações foi excepcionalmente acrimonioso no fim da Primeira Guerra Mundial; isso em parte por causa da própria guerra e em parte como resultado indireto da Revolução Russa, mas em todo caso se esperava uma luta intelectual naquela época. Devido talvez à tranquilidade e à segurança da vida na Inglaterra, que mesmo a guerra mal perturbou, muitas das pessoas que formaram seus conceitos na década de 1880, ou antes, os sustentaram sem muitas modificações na década de 1920. Nesse meio-tempo, no que dizia respeito à geração mais jovem, as convicções oficiais se dissolviam como castelos de areia. O declínio da crença religiosa, por exemplo, foi impressionante. Durante anos o antagonismo velho/jovem assumiu um caráter de verdadeiro ódio. Os que restaram da geração da guerra escaparam do massacre para constatar que os mais velhos ainda berravam os bordões de 1914, e uma geração de jovens ligeiramente mais novos estremecia sob o domínio de mestres-escola celibatários de mentalidade sórdida. Eram eles que Housman atraía com sua revolta sexual implícita e seu ressentimento pessoal contra Deus. Verdade que era patriótico, mas de modo antiquado e inócuo, com sua cota de casacos vermelhos e "Deus salve a rainha", em vez de capacetes de aço e "Enforquem o kaiser". E era anticristão o suficiente - apoiava uma espécie de paganismo rancoroso e desafiador, a convicção de que a vida é curta e os deuses estão contra nós, o que se ajustava com perfeição à disposição de ânimo predominante dos jovens; e tudo em sua poesia frágil e encantadora, quase toda composta de palavras monossilábicas.

- - -
Se a tônica dos poetas georgianos era a "beleza da natureza", a tônica dos escritores do pós-guerra seria o "sentido trágico da vida". O espírito subjacente nos poemas de Housman, por exemplo, não é trágico, simplesmente queixoso; é o do hedonismo desiludido.

- - -
A ligação mental entre pessimismo e uma perspectiva reacionária é sem dúvida bastante óbvia. Talvez menos óbvio seja exatamente por que escritores importantes da década de 1920 eram predominantemente pessimistas. Por que sempre o sentimento de decadência, os crânios e os cáctus, o anseio pela perda da fé e das civilizações impossíveis? Não seria, afinal, porque essas pessoas escreviam numa época excepcionalmente confortável? Só em tempos assim o "desespero cósmico" pode medrar. As pessoas de barriga vazia jamais perdem a esperança no universo, aliás nem sequer pensam no universo. Todo o período de 1910-30 foi próspero, e mesmo os anos da guerra foram fisicamente toleráveis, para quem não fosse combatente de um dos países aliados. Quanto à década de 1920, foi a idade de ouro do intelectual rentier, um período de irresponsabilidade que o mundo jamais vira antes. A guerra estava acabada, os novos Estados totalitários não tinham surgido, os tabus morais e religiosos de todos os tipos haviam desaparecido, e o dinheiro circulava. A "desilusão" era a grande moda. Todo mundo de posse de quinhentas libras seguras por ano se transformou em intelectual e começou a se exercitar em taedium vitae. Era uma época de insígnias e pães de minuto, desesperos inautênticos, Hamlets de quintal, passagens de ida e volta baratas no fim da noite. Em alguns romances característicos menores do período, livros como Told by an Idiot, a desesperança da vida chega a uma atmosfera de banho turco de autocomiseração.

- - -
O movimento comunista na Europa Ocidental começou como um movimento para a derrocada violenta do capitalismo e degenerou, em poucos anos, num instrumento da política externa russa. Isso foi provavelmente inevitável quando a fermentação revolucionária que se seguiu à Primeira Guerra Mundial se extinguiu.

- - -
Quase todos os escritores influentes da década de 1930 pertenciam à classe média emancipada e moderada, e eram jovens demais para ter memórias reais da Primeira Guerra Mundial. Para pessoas desse tipo, coisas como expurgos, polícia secreta, execuções sumárias, prisão sem julgamento etc. são muito remotas para ser aterrorizantes.

- - -
Para mim, a coisa assustadora em relação à guerra na Espanha não foi a violência que testemunhei, nem mesmo as rixas partidárias detrás das linhas, mas a imediata reaparição nos círculos esquerdistas da atmosfera mental da Primeira Guerra Mundial. As próprias pessoas que por vinte anos haviam rido de sua própria superioridade para combater a histeria foram as que voltaram correndo para a miséria mental de 1915. Todas as familiares idiotices do período da guerra, caça a espiões, suspeita de ortodoxia (Suspeite, suspeite. Você é um bom antifascista?), a venda a varejo de inacreditáveis relatos de atrocidades, voltaram à moda como se os anos intermediários nunca tivessem existido.

- - -
Quando examinamos os livros de memórias escritos sobre a guerra de 1914-18, notamos que quase todos os que continuaram legíveis após a passagem do tempo foram escritos de um ponto de vista negativo, passivo. São registros de algo totalmente inexpressivo, um pesadelo que ocorre num vazio. Não era a verdade exata acerca da guerra, mas a verdade acerca de uma reação individual. O soldado que avança em direção à linha de fogo das metralhadoras ou que permanece imerso até a cintura numa trincheira inundada sabia apenas que aquela era uma experiência aterradora na qual estava praticamente impotente. O mais provável é que escrevesse um bom livro com base nessa impotência e ignorância do que um com base numa pretensa capacidade de enxergar todo o quadro em perspectiva. Quanto aos livros escritos durante a guerra, os melhores foram quase todos de pessoas que simplesmente viraram as costas e procuraram não notar que a guerra estava acontecendo.

- - -
Que alívio deve ter sido em tal época ler sobre as hesitações de um intelectual de meia-idade com sinais de calvície. Tão diferente do exercício com baionetas! Depois das bombas, das filas para a ração e dos cartazes de recrutamento, uma voz humana. Que alívio!

Mas, afinal, a guerra de 1914-18 foi apenas um momento mais grave de uma crise quase contínua. Nessa época, nem é necessária uma guerra para demonstrar a desintegração de nossa sociedade e a impotência cada vez maior de todas as pessoas honestas.

- - -
Ao contrário da crença popular, o passado não foi mais rico de acontecimentos do que o presente. Se assim parece é porque, quando se olha para trás, fatos acontecidos de modo isolado num intervalo de anos se condensam, e pouquíssimas recordações nos ocorrem em estado verdadeiramente puro. Deve-se em grande parte a livros, filmes e memórias divulgados nesse ínterim a suposição de que a guerra de 1914-18 teve um extraordinário caráter épico que falta à atual.

Mas quem estava vivo durante aquela guerra, e desembaraçou suas recordações dos acréscimos posteriores, verificará que em geral os grandes acontecimentos da época não comoviam. Não creio que a Batalha do Marne, por exemplo, teve para o público o caráter melodramático que lhe conferiram depois. Nem sequer me lembro de ter ouvido a expressão "Batalha do Marne" até anos depois. Era só que os alemães estavam a uns trinta quilômetros de Paris - por certo isso era muito aterrorizante, após os relatos da atrocidade belga - e então, por algum motivo, recuaram. Eu tinha onze anos quando a guerra começou. Se estou realmente pondo em ordem minhas recordações e desconsiderando o que vim a saber desde então, devo admitir que nada em toda a guerra me tocou mais e de modo mais profundo do que a perda do Titanic anos antes. O desastre, comparativamente sem importância, chocou o mundo inteiro, e o choque ainda mal havia passado. Lembro-me dos terríveis e detalhados relatos lidos em voz alta à mesa durante o café da manhã (naquele tempo era costume ler jornais em voz alta) e de que, na extensa lista de horrores, o que mais me impressionou foi que no fim o Titanic de repente se aprumou e afundou primeiro com a proa, de maneira que as pessoas que se agarravam à popa foram erguidas nada menos do que novecentos metros no ar antes de imergir no abismo. Isso me provocou uma sensação de frio na barriga que sinto até hoje. Nada na guerra jamais me provocou esse tipo de sensação.

Da eclosão da guerra, guardo três lembranças vívidas que, por serem banais e irrelevantes, estão livres da influência de tudo o que ocorreu mais tarde. Uma é a do cartum do "Imperador alemão" (acho que o abominado nome "kaiser" só se popularizou pouco depois), publicado nos últimos dias de julho. As pessoas ficaram um tanto chocadas com essa caçoada da realeza ("Mas é um homem muito elegante, ora se é!"), embora estivéssemos à beira da guerra. Outra é a da época em que o Exército requisitou todos os cavalos de nossa cidadezinha interiorana e um taxista se desfez em lágrimas na feira livre quando lhe tomaram o cavalo, que trabalhara para ele anos a fio. E outra é a de um grupo de rapazes na estação ferroviária disputando os jornais da tarde que haviam acabado de chegar no trem de Londres. E me recordo das pilhas de jornais verde-claros (alguns ainda eram verdes naqueles dias), das golas altas, das calças justas e dos chapéus-coco bem mais do que me recordo dos nomes das terríveis batalhas que já estavam sendo travadas na fronteira francesa.

Dos anos intermediários da guerra, recordo-me principalmente dos ombros quadrados, das panturrilhas bojudas e das esporas tilintantes dos artilheiros, cujo uniforme eu preferia ao da infantaria. Quanto ao período final, se me pedirem para dizer com honestidade qual minha lembrança mais importante, devo simplesmente responder: margarina. É um caso ilustrativo do terrível egoísmo das crianças que, em 1917, a guerra quase tivesse deixado de nos afetar, exceto pelo estômago. Na biblioteca da escola um mapa enorme da Frente Ocidental estava pregado num cavalete, com um fio de seda vermelho esticado seguindo um ziguezague de percevejos. De vez em quando o fio era movido um centímetro para ali ou acolá, cada movimento representando uma pirâmide de cadáveres. Eu não prestava atenção. Estava numa escola de garotos acima do nível médio de inteligência e no entanto não me lembro de um único acontecimento importante da época que se nos apresentasse com seu verdadeiro significado. A Revolução Russa, por exemplo, não causou impressão, a não ser nos poucos cujos pais por acaso tinham dinheiro investido na Rússia. Entre os muito jovens, a reação pacifista se manifestara bem antes do fim da guerra. Ser negligente tanto quanto podíamos ousar ser nos desfiles da O.T.C. e não se interessar pela guerra era considerado um sinal de esclarecimento. Os jovens oficiais que retornaram, endurecidos pela terrível experiência e desgostosos com a atitude da geração mais nova, para quem a experiência nada significava, costumavam nos passar sermão por causa de nossa brandura. Claro que não conseguiam apresentar argumentos que fôssemos capazes de entender. Conseguiam apenas esbravejar que a guerra era "uma coisa boa", tornava-nos "duros", mantinha-nos "em forma", e assim por diante. Nós nos limitávamos a rir contidamente. Nosso pacifismo era caolho, típico de países protegidos por armadas fortes. Durante anos após a guerra, ter algum conhecimento de assuntos militares ou algum interesse neles, até mesmo saber de qual extremidade de uma arma o projétil sai, era suspeito em círculos "esclarecidos". A guerra de 1914-18 foi escrita ao correr da pena como uma chacina sem sentido, e até os homens chacinados de algum modo carregavam culpa. Ri muitas vezes ao pensar nos cartazes de recrutamento: "Papai, o que o senhor fez na Primeira Guerra Mundial?" (um menino faz essa pergunta ao pai envergonhado), e em todos os homens que devem ter sido atraídos pelo Exército só pelo cartaz e depois desdenhados pelos filhos por não terem sido Opositores Conscienciosos.

Mas os mortos, afinal, tiveram sua vingança. À medida que a guerra recuava no passado, minha geração específica, a dos "muito jovens", tornou-se consciente da vastidão da experiência que não teve. Nós nos sentíamos um pouco menos do que um homem por não a termos vivido. Passei os anos de 1922-27 em grande parte entre homens um pouco mais velhos do que eu que haviam participado da guerra. Eles falavam dela sem parar, com horror, é claro, mas também com uma nostalgia cada vez maior. Podemos ver essa nostalgia com bastante nitidez nos livros de guerra ingleses. Além disso, a reação pacifista foi apenas uma fase, e até os "muito jovens" haviam sido treinados para a guerra. A maioria da classe média inglesa é treinada para a guerra desde o berço, não tecnicamente, mas moralmente. O primeiro slogan político de que me lembro é: "Queremos oito (couraçados) e não vamos esperar." Aos sete anos, eu era membro da Liga Naval e usava um uniforme de marinheiro com "H.M.S. Invincible" gravado no gorro. Antes mesmo da escola secundária particular O.T.C., frequentei uma escola particular de cadetes. A partir dos dez anos, de vez em quando segurava um fuzil, preparando-me não só para a guerra, mas para um tipo especial de guerra, uma guerra em que as armas de fogo se erguem num orgasmo frenético de sons, na hora marcada saímos da trincheira, quebrando as unhas nos sacos de areia, damos passos falsos na lama e entramos na linha de fogo das metralhadoras. Estou convencido de que parte do motivo para o fascínio que a Guerra Civil Espanhola exerceu sobre as pessoas mais ou menos da minha idade foi que ela se assemelhava à Primeira Guerra Mundial. Em alguns momentos, Franco era capaz de juntar um número suficiente de aviões para elevar a guerra a um nível moderno, e esses momentos eram decisivos. Mas no mais era uma cópia ruim de 1914-18, uma guerra de posição de trincheiras, artilharia, ataques de surpresa, atiradores de elite, lama, arame farpado, piolhos e marasmo. No início de 1937, a parte dianteira de Aragão em que eu me encontrava devia ser bem parecida com um setor tranquilo na França em 1915. Só faltava a artilharia.

domingo, 6 de dezembro de 2015

Stravinsky

Trechos de Stravinsky - A Creative Spring: Russia And France, 1882-1934 (2002), de Stephen Walsh.


He [Stravinsky] had planned just such a trip to Kiev in the spring, but had apparently been forced to call it off. This time he must at all costs go, and not just for the books. His finances were becoming precarious. Diaghilev, as usual, was procrastinating over payments for The Nightingale, the lucrative Free Theatre deal had fallen through, and the Mariyinsky, even if they eventually took the opera, would be unlikely to pay an equivalent fee. Now there was talk of an Austrian war with Serbia, which would mean with Russia, and it was already two years since his brother-in-law had warned him that his Ukrainian bank deposits and mortgages were at risk from the political situation. It was high time - it might even be the last chance for some while - to investigate these dangers on the ground.

- - -
[...] about politics. Stravinsky states that Germany is not a barbarous country; but decrepit and degenerate. He claims for Russia the role of beautiful and healthy barbarism, bursting with new seeds that will impregnate the world's thought. He reckons that after the war a revolution, already in preparation, will overturn the dynasty and found a United Slav States. Moreover, he partly attributes the cruelties of tsarism to German elements incorporated into Russia, which have gained control of the main wheels of government or the administration. The attitude of German intellectuals inspires in him a boundless mistrust. Hauptmann and Strauss, he says, have the souls of lackeys. He sings the praises of the old Russian civilization, unknown in the West, the artistic and literary monuments of the cities of the north and east.

- - -
He had attacked the Wagnerian idea of the Gesamtkunstwerk, so dear to his World of Art collaborators. Music must be sovereign. "Suppress color! Color is too powerful... We should just keep lighting... gestures and rhythms."

- - -
But though Stravinsky might feel distant from his old ballets and former colleagues, the colleagues had by no means abandoned him. Even before he had moved back down to Clarens, Diaghilev had wired from neutral Italy pressing him to come with Katya for a few days to Florence, where he and Massine had rented a villa. Diaghilev wanted, of course, to discuss a project.

- - -
When Casella conducted the Italian premiere of Petrushka at a concert in the Augusteo the following day, mild audience protests were abruptly countered by Marinetti yelling provocatively, "Abasso Wagner! Viva Stravinsky!" [...] All the Italian futurists were present and saluted him noisily. [...] But the only eventual collaboration - to call it that - was in 1917 with the painter Giacomo Balla, from whom Diaghilev commissioned an elaborate, nonchoreographic light show to accompany a performance of Stravinsky's Fireworks.

- - -
By 19 February, Stravinsky was back at Château d'Oex, in a physical and emotional world unbelievably remote from the hubbub of Rome and the intellectual fisticuffs of the futurists, Diaghilev, and the Russian emigration, to say nothing of the daily battles between the pro- and anti-interventionists on the Italian political scene. To some extent this division had been a part of his life since he first came to Paris in 1910. But the outbreak of war, and his own increasing preoccupation with a kind of virtual Russian ethnography, emphasized it to the point almost of caricature.

- - -
It was probably in the late summer of 1915, soon after the move to the Villa Rogivue. Stravinsky had been seeing a good deal of Diaghilev at Ouchy and was well aware of the obstacles in the way of a Paris premiere for La Noces so long as the war continued, even though he told Stanley Wise in mid-August that he was still hopeful of a production the following May.

- - -
You could hardly guess from any of these works that a terrible war was being fought not a hundred miles from the composer closeted in his turret overlooking the untroubled Lake Geneva. They are like messages from inside the whale, in Orwell's memorable phrase.

- - -
Stravinsky was kept intermittently in touch with events in America by [Ernest] Ansermet. After a muted opening in New York, Firebird and Petrushka had enjoyed such a "colossal success" in Boston that Ansermet had the idea of approaching American publishers on the subject of the "easy" piano pieces, little guessing that Stravinsky's gratitude for this intervention would come in the form of a demand for twenty-five thousand Swiss francs as a fee for a package deal including an arrangement for instrumental ensemble as well as the four-hand and two-hand keyboard versions. Later, Ansermet explained that it had been essentially a succès d'estime. Americans were curious about this new Russian composer, particularly since the Flonzaley performances of the quartet pieces during the autumn and the publication of Carl Van Vechten's prophetically titled book Music After the Great War, with its graphic firsthand account of the Rite of Spring premiere. But he doubted that the ballets had been properly understood as music, despite (in New York) an orchestra that was "frankly worth any number of Lamoureux or Colonnes," with "the best tuba player in the world. If you heard him in Petrushka, you would weep for joy." America, he told the composer,

is a lout heap (more or less boche or Jewish in character). All dominated by German or Italian taste (in music!). Yet there is at the bottom of this immense country a forgotten or lost soul which has found its way into the incredible music you hear in cafes! And the absence of traditions has forced this people - in their towns, their bridges, their machines - to improvise splendidly and with genius. These two elements are very close to us; they are precisely what we like, and what your work has revealed in Europe. To free this country from the boche imprint, reveal it to itself, and teach it that it belongs with us - and at the same time to take on this wonderful field of activity - would be a fine dream.

- - -
[Gerald] Tyrwhitt had to send on a packet of letters that the composer had left behind; and then, in May, a large box of cigarettes mysteriously turned up on his Rome doorstep with no addressee, but obviously, in Tyrwhitt's view, meant for Stravinsky, who had set up a private international grid for the supply of tobacco during the war years. Stravinsky had already had to employ Tyrwhitt's good offices to get the Picasso portrait sent to him in Switzerland in the diplomatic bag, after the Italian border police had insisted on regarding it as some kind of military plan when the composer tried to export it in person.

- - -
Values and certainties were rapidly disintegrating in the face of war, exile, and heartless materialism.

- - -
Neither [Charles-Ferdinand] Ramuz nor Stravinsky seems to have foreseen the administrative complications of putting on their own show: the problems of casting and coaching, of locating musicians good enough to play difficult modern music in wartime Switzerland, and of getting them all often enough into one place for adequate rehearsal.

- - -
His own mother was still trapped in Petrograd; his brother Yury and his wife and daughters were heaven knew where; the other Nosenkos and Yelachiches might be scattered or scattering to the four corners of the globe. But here at least, in this little Vaudois town, they could re-create a distillation of the old Russia, an island of family warmth and solidarity in the ocean of war and revolution and social disintegration. It was something which Igor had always craved, something he needed for his work.

- - -
The Soldier's Tale was a particularly sore point. He and Ramuz had worked hard on it for months only to see the performance run destroyed by [influenza] epidemic.

- - -
What infuriated Stravinsky was that thanks to Diaghilev's (unpaid-for) exclusivity, the political situation, and the punitive copyright laws, he could earn nothing from what was by far his most popular work.

- - -
Before the war Empress Eugenie's favorite resort had also attracted Russian visitors in substantial numbers; a large Orthodox church had been built there, and there was a sense of Russian community which intensified with the final exodus of Whites after the victory of the Bolsheviks in the civil war late in 1920.

- - -
The philosopher Nicolas Berdyayev, exiled for his opposition to the Soviet policy of atheism, arrived in Berlin by the same route only a month or so before her [Anna Stravinsky]:

There were twenty-five of us [exiles], and, together with our families, about seventy-five. The boat (Oberbuergermeister Haken) for the voyage from Petersburg to Stettin was entirely occupied by our party. When we left Soviet waters behind us many had a feeling of being out of danger: until then no one was certain that we would not be sent back at the last minute. A new life was opening before us. We felt free; yet in me the sense of freedom was transfused by a sense of intense pain at parting, perhaps irrevocably, with my native land. The voyage across the Baltic was wonderful; the sea was calm and smooth; the sun beat down from an unclouded sky, and the nights were mild and starry. On arrival in Berlin we were met with courtesy and kindness by representatives of various German organisations... No Russian émigrés came to meet us.

Stravinsky may or may not have met Berdyayev in Berlin. But he did certainly meet another, younger Russian thinker of not wholly dissimilar views, who had recently arrived in Berlin via Turkey and Bulgaria: Pierre Souvtchinsky (Pyotr Suvchinsky). [...] After leaving Russia in 1920, Souvtchinsky had become involved with the nascent Eurasian movement in Sofia, and had co-published two books that effectively set out its agenda, Prince Trubetskoy's Yevropa i Chelovechestvo (Europe and Humanity) and a set of essays called Iskhod k Vostoku (Exodus to the East), two of which Souvtchinsky himself had written.

Many aspects of Eurasianism must have sounded echoes for Stravinsky of his own wartime attitudes as expounded to Romain Rolland that distant afternoon at Vevey in 1914, attitudes which were presumably common currency among the nervy and unwilling exiles of the first month or two of war.


Mais:
http://www.youtube.com/watch?v=BiH3vA7q0jo
http://www.amazon.com/Rites-Spring-Great-Birth-Modern/dp/0395937582